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Gilberto Owen,   México, 1905 
  
Canción del amor tardío
  
¡Sí yo pudiera amarte, Alma noble y pequeña! 
Llegas cuando mi vida ya es un arenal; 
si pudiera ofrecerte el tesoro que sueña 
tu insensatez romántica y pueril, que se empeña 
en que florezca el seco tallo de mi rosal...
  
¡Qué más quisiera, ¡triste de mí!, que anclar mi nave! 
Pero el remanso está lejos de mi dolor; 
ya el corazón inhóspito arbusto es para el ave, 
y en mi pecho, pletórico de hieles, ya no cabe 
el tesoro mil-y-una nochesco de tu amor.
  
Si tú pudieras ser la nueva primavera 
que es justo que suceda a este invierno precoz; 
pero sería estéril tu empeño; espera, espera 
hasta que llegue el alma juvenil que te quiera 
y diga la aleluya que ya olvidó mi voz.
  
Alma noble, que llamas a la mía cobarde: 
¡Si yo pudiera amarte! ¡Si pudieras tú ser  
mi nueva primavera! Pero llegas tan tarde, 
tan tarde, que ya sólo, en Alma de Mujer: 
¡Esta canción ceñuda y pesimista, en que  
ahorco en el mástil máximo la Esperanza y la Fe! 
  
 
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