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Gonzalo Rojas, Chile, 1917
Oscuridad hermosa
Anoche te he tocado y te he sentido
sin que mi mano huyera más allá de mi mano,
sin que mi cuerpo huyera, ni mi oído:
de un modo casi humano
te he sentido.
Palpitante,
no sé si como sangre o como nube
errante,
por mi casa, en puntillas, oscuridad que sube,
oscuridad que baja, corriste, centelleante.
Corriste por mi casa de madera
sus ventanas abriste
y te sentí latir la noche entera,
hija de los abismos, silenciosa,
guerrera, tan terrible, tan hermosa
que todo cuanto existe,
para mí, sin tu llama, no existiera.
Al silencio
Oh voz, única voz
todo el hueco del mar,
todo el hueco del mar no bastaría,
todo el hueco del cielo,
toda la cavidad de la hermosura
no bastaría para contenerte,
y aunque el hombre callara
y este mundo se hundiera
oh majestad, tú nunca,
tú nunca cesarías de estar
en todas partes,
porque te sobra el tiempo
y el ser, única voz,
porque estás y no estás
y casi eres mi Dios,
y casi eres mi padre cuando
estoy más oscuro.
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