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Guillermo Payan Archer, Colombia, 1921
El tiempo, el enemigo
Sólo hasta ayer supimos que el tiempo era el testigo
de nuestro gran amor y que, frío y lejano,
sin saberlo, nos iba llevando de su mano.
Pero nunca supimos que era nuestro enemigo.
Desde la eternidad, medía una por una
nuestras ensoñaciones y atisbaba la hora
de nuestras esperanzas, marcándonos la aurora
de cada despertar y el fin de cada luna.
Nuestro sino era andar, amar, arder, vivir,
sin sospechar que un día íbamos a morir.
Y fieles al designio de la carne y el gozo
de la vida, olvidamos las canas y el osario
y la arruga en el rostro y el tedio y el reposo...
¡Tú y yo y el tiempo siempre un reloj sin horario!
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