| 
 | 
 
 | 
 
Gustavo Sánchez Galarraga,   Cuba, 1893 
  
Empieza a perdonar
  
Empieza a perdonar, corazón mío. 
Serénate, ave loca, que es la hora. 
Estamos ya muy lejos de la aurora, 
y hay sombra en torno, soledad y frío.
  
Deja que el tiempo, en su flotante río, 
arrastre tus agravios; calla, y ora, 
y no inflames tu carne pecadora 
con la torpe arrogancia del impío.
  
Empieza a perdonar... ¡tú tienes tanto 
que lavar en las aguas de tu llanto, 
tal como en un Jordán copioso y triste..!
  
No te erijas en juez, ¿con qué derecho? 
Y en vez de recordar lo que te han hecho, 
¡solloza, corazón, por lo que hiciste..! 
  
Meditación
  
Yo no sé si hay un alma misteriosa 
en todo ser; pero la voz arcana 
del corazón me grita: cada cosa 
pide un poco de amor…  
La gota enana 
que filtra el muro, que manchó la hiedra; 
el árbol secular que da al viajero 
música, sombra y paz;  
la tosca piedra 
que hizo temblar tu pie sobre el sendero; 
el sol, la fiera, el céfiro, la rosa,  
el ruiseñor de líricas escalas, 
hasta la linda y tenue mariposa 
que sacude un crepúsculo en sus alas, 
todo demanda amor, y todo sella 
una súplica unciosa, eterna y santa, 
que desde el polvo oscuro se levanta 
hasta el fleco lejano de la estrella.
  
Como reparte el vencedor su palma, 
pon, hermano, con ansia fervorosa, 
el alma de tu amor en cada cosa, 
y en cada cosa encontrarás un alma. 
  
 
 | 
 
 | 
 |