Herminia D. Ibaceta,   Cuba


Alfonsina

Rebelde y marinera golondrina,
voz que vibra del orbe en los senderos,
reclamaste del mar los pebeteros
en tu hora callada y vespertina.

Sus hondas el azul arremolina
cargada de presagios agoreros
y un alud de corales y luceros
tu paso por las aguas ilumina.

Rígido el cuerpo, la mirada en vía,
libre tornaste al despertar la aurora
y te lloró, poeta, el universo.

Quisiera preguntarte, soñadora,
qué pétalo de sal guardó aquel día
el eterno secreto de tu verso.


Muerte

Llegarás a los planos de lo inerte
polvo sin luz, materia consumada.
En las alas informes de la nada
volarás las llanuras de la muerte.

Riquezas ni poder han de valerte.
Al umbral de la última morada
desnudo llegarás, arca sellada
los dones que una vez te dio la suerte.

Coro de bronce cantará tu duelo,
lecho y almohada te dará la tierra.
Las tinieblas espacio para el vuelo.

Y un último tributo pondrá el hombre
sobre la piedra que tu cuerpo encierra.
En indelebles trazos, fecha y nombre.


 
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