Hilarión Cabrisas,   Cuba, 1883


Sed de tí

¡Qué sed tengo de ti..! Eres la fuente
que corre cristalina ante mis ojos,
y son inútiles mis brazos flojos
para hacer que se tuerza la corriente.

Inútilmente domo mis antojos,
y trato de olvidarte inútilmente:
sueña mi mente con tu tersa frente
y con el vino de tus labios rojos.

¿Qué daño habré hecho yo, que en mi camino
todo me llega tarde? Si es mi sino
cargar el fardo de mi vida trunca,

¡que no te vuelva a ver! Yo te lo pido
por Dios... ¡Cuánto mejor hubiera sido
que no te hubiera conocido nunca!


Te perdí para siempre

¡Te perdí para siempre! El torbellino
de la ciudad, te arrebató inclemente.
Ya nunca volveré a besar tu frente
ni beberemos juntos nuestro vino.

La vida bifurcó nuestro camino;
ya no vamos del brazo alegremente,
ni apaga nuestra sed la misma fuente,
ni tú oyes mi canción, ni yo tu trino.

¡Y no hubo ni un adiós! Fue lo insondable:
el silencio... el dolor... lo irremediable;
¡la atroz sonrisa y la fingida calma..!

Después, cargué mi amor rígido y yerto.
Lloré mucho; recé; velé a mi muerto,
¡y me enterré el cadáver en el alma..!


Cuando yo muera

Cuando yo muera –ha de llegarme el día
antes que a ti,– al cerrar mis ojos yertos,
piensa que si aún hay vida entre los muertos,
te seguiré queriendo todavía.

En mi ansiedad suprema de agonía
mis labios secos, torpes y entreabiertos,
aun sin calor, se moverán inciertos
por balbucear tu nombre, amada mía.

Ése será tu triunfo. En esa hora
tú, de mi vida absurda embrujadora,
sabrás, al fin, cuánto te amé y sufrí...

Y dirás: –A las otras mintió amores;
pero ninguna le causó dolores
de amor, ¡porque no amaba sino a mí!


Horas de amor

Te conté mis amores en un claro de luna,
mis amores enfermos de eterno soñador,
y, jinete en el blanco corcel de la Fortuna,
penetré en el palacio de tus sueños de amor.

Y, ¿recuerdas el cuento de la Bella Durmiente
que en su alcázar de mármol dormida se quedó?
Yo fui el Príncipe amante que con un beso ardiente
tus dormidos y vírgenes amores despertó.

Después, cruzó el fantasma silente del olvido...
Aquel amor de ensueños que te canté al oído
a otras dormidas vírgenes les he vuelto a cantar,

pero en el alma guardo indeleble tu huella:
una albura de nieve, un resplandor de estrella
y unas indefinibles ansias de sollozar...


 
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