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Horacio Ferrer, Argentina, 1933
La última grela
Del fondo de las cosas y envuelta en una estola
de frío, con el gesto de quién se ha muerto mucho,
vendrá la última grela, fatal, canyengue y sola,
taqueando entre la pampa tiniebla de los puchos.
Con vino y pan del tango tristisimo que Arolas
callará junto al barro cansado de su frente,
le harán su misa rea los fueyes y las violas,
zapando a la sordina, tan misteriosamente.
Despedirán su hastío, su voz, su melodrama,
las pálidas rubionas de un cuento de Tuñon,
y atrás de los portales sin sueño, las madamas,
de trágicas melenas, dirán su extremaución.
Y un sordo carraspeo de esplín y de macanas,
tangueandole en el alma le quemará la voz,
y muda y de rodillas se venderá sin ganas,
sin vida, y por dos pesos, a la bondad de Dios.
Traerá el olvido puesto; y allá en los trascartones
del alba el mal, de luto, con cuatro besos pardos,
le hara una cruz de risas y un coro de ladrones
muy viejos sus extrañas novenas en lunfardo.
Que sola irá la grela, tan última y tan rara,
sus grandes ojos grises trampeados por la suerte,
serán sobre el tapete raído de su cara
los dos fúnebres ases cargados de la muerte.
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