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Ida Talavera de Fracchia, Paraguay, 1913
Padre nuestro
¡Padre nuestro que estás en los cielos!
De rodillas te imploro piedad
por aquellos que marchan gimiendo
bajo el peso de negra orfandad.
Padre nuestro que ves los errores
de los ricos y pobres mendigos,
cuyas almas sin fe tambalean
como secas espigas de trigos.
¡No desoigas mi humilde plegaria!
Tus rebaños están perseguidos
por la loca jauría sangrienta.
¡Mira el caos terrible del mundo!
¡No nos dejes sin luz y perdidos
en su abismo temible y profundo!
Injusticia y olvido
Labriego de mi tierra, quebracho de la selva,
llora sobre su pecho la guitarra aborigen
como si cada una de sus vibrantes cuerdas
estuviesen ligadas para siempre a su origen.
Ruda expresión humana, angustia sin remedio,
humilde proyección hacia un mañana incierto...
Se desangra su vida copiosa y lentamente
y lo agobia la sed de su propio desierto.
Raíz de llama viva quemándose en la noche
del tiempo, abierto como un grito absoluto
al dolor de vivir que nada justifica
ni compensa. Pasado presente y futuro
amalgamado en un sólo destino,
¡injusticia y olvido!
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