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Ignacio María Acosta, Cuba, 1814
Un sueño
Soñaba yo que por la senda hermosa
de la virtud la humanidad corría,
y el sol de la verdad resplandecía
llenando el orbe de su luz radiosa.
La torpe envidia, la calumnia odiosa
abaten su poder y bastardía;
y a la voz del progreso se veía
la sociedad aparecer dichosa.
Un pueblo sólo es el linaje humano,
triunfa la ilustración, y por su empeño
su templo cierra para siempre Jano...
A tan mágico cuadro y halagüeño,
al arpa de oro le tendí la mano
por cantar tanto bien... ¡mas era un sueño!...
La rosa
Nace fragante, delicada, hermosa,
rica en colores, tímida y galana,
entre perlas que riega la mañana
en verde tallo la encendida rosa.
El aura la acaricia voluptuosa;
en agradarla el colibrí se afana;
y la rosa gentil de la sabana
es el hechizo y la adorada diosa.
Pero si envuelto en polvoroso aliento
con torpe labio y bárbara inclemencia
besa la flor el huracán violento,
entonces mustia, sin color ni esencia
muere infeliz, cual muere en un momento
al contacto del vicio la inocencia.
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