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Ignacio Montes de Oca y Obregón, México, 1840
Al sol
¡Oh Sol! Yo amé tu luz, yo amé tu fuego.
Acarició en los trópicos mi frente
tu roja lumbre, para mí clemente,
y bienestar me dio, paz y sosiego.
Hoy tus favores a pedir me niego,
mi helado tronco tu calor no siente,
tu rayo ofusca mi ojo deficiente...
¡Inicuo Sol, me estás dejando ciego!
¿Acaso te ofendí, porque tus galas
y tu fulgor troqué por el estudio
al brillo de la lámpara de Palas?
¿O porque de la Luna enamorado,
a sus destellos pálidos, preludio
los cánticos que tú me has inspirado?
El Cupido de cera
¡Qué bello amor de transparente cera!
¿Cuánto quieres, rapaz, por tu Cupido?
Tómalo desde luego, sólo pido,
señor, lo que tu mano darme quiera.
Decirte debo la verdad entera:
ni artista soy, ni su escultor he sido,
mas mi revuelto hogar, del dios de Gnido
la grata soledad ya no tolera.
Ten este dracma, y al gentil infame
pon en mis brazos. Aunque artero y ciego,
compañero lo haré, fiel y constante.
Ven, ¡oh Cupido!, abrásame en tu fuego
o a las voraces llamas al instante
tu débil forma a derretirse entrego.
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