Ignacio Alberto Pane,   Paraguay, 1880


¡Abajo, ya, esa máxima...

¡Abajo, ya, esa máxima que impera!,
pueblo que quieres paz indefinida,
enseñando la máquina homicida
cual su sangrienta garra la pantera.

Quede, echada al crisol, tu arma guerrera,
en reja del arado convertida,
y vuelve a las labores de la vida
de esa inquietud constante que te altera.

Busca la paz al fin; al fin aprende
que el hacha al árbol por su flor respeta
y en cambio el tronco por su fuerza hiende.

Nada al furor del tigre te someta.
Aprende a ser león: nadie le ofende,
que en el valor es rey ... y a nadie reta.


 
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