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Indalecio San Román, Cuba
A la noche
¡Oh tú Reina del mundo y gran señora
cuyo rostro en el cielo se dilata
y en las plateadas aguas se retrata
para inspirar mi mente pensadora!
¡Oh tú de mis ensueños creadora,
luz de la inspiración que me arrebata,
e imán de la pasión sublime e innata
que el corazón y el alma me devora!
Niégame hasta el placer de contemplarte
y en pago dame el sueño que deseo
para que pueda más que nunca amarte;
porque tan triste y mísero me veo
que hasta forzoso me es abandonarte
por los divinos sueños de Morfeo.
A la alegría
Vida del alma, saludable encanto
que de mi juventud la gloria fuiste
¿por qué me abandonaste? ¿por qué huiste?
¿por qué dejaste al que te quiso tanto?
¡Dejarme y para siempre! a tal quebranto
¿qué daños o qué ofensas recibiste?
¿por qué en tu propio ser no me absorbiste
como hoy mi corazón absorbe el llanto?
Mas ya comprendo: fue mi fantasía
engendro de este amor que creí eterno
pensando que jamás se acabaría.
Pero tú buscas juventud, no invierno;
sueño ha sido mi amor, dulce alegría,
y viejo al despertar hallé el infierno.
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