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Jerónimo J. Reina, Honduras, 1876
Marina
Del fondo del ocaso ennegrecido,
surge indecisa una lejana vela:
como si huyese de su propia estela
el barco avanza por el mar dormido.
Cae la noche rápida: y sin ruido
sobre el piélago enorme se revela
y el ábside del cielo se constela
como un prado de lirios florecido.
Vivaz me asalta tu recuerdo. El agua
que al soplo de las brisas se estremece
su cadencioso ritornelo fragua.
La honda se irisa de ópalos argentos...
Y mi alma, en tanto que el ensueño crece,
vuela hacia ti sobre los mansos vientos!
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