Jorge Gaitán Durán,   Colombia, 1924


Se que estoy vivo

Sé que estoy vivo en este bello día
acostado contigo. Es el verano.
Acaloradas frutas en tu mano
vierten su espeso olor al mediodía.

Antes de aquí tendernos, no existía
este mundo radiante. ¡Nunca en vano
al deseo arrancamos el humano
amor que a las estrellas desafía!

Hacia el azul del mar corro desnudo.
Vuelvo a ti como al sol y en ti me anudo,
nazco en el esplendor de conocerte.

Siento el sudor ligero de la siesta.
Bebemos vino rojo. Esta es la fiesta
en que más recordamos a la muerte.


Envío

No he podido olvidarte. He conseguido
que este inútil desorden de mis días
solitarios, concluya en las porfías
de un corazón que da cada latido

a tu memoria. En tu mundo abolido,
he luchado por ti contra las pías
obras de Dios. Cuando ayer le exigías
será invención hombre que ha nacido.

Tantas razones tuve para amarte
que en el rigor oscuro de perderte
quise que le sirviera todo el arte

a tu sólo esplendor y así envolverte
en fábulas y hallarte y recobrarte
en la larga paciencia de la muerte.


Veré esa cara

Voy a vivir contigo y contra ti.
Roma en llamas, la casa de los dos
tiene un cuarto vacío. Nuestro Dios
ha partido. Todo cuanto le di

me comenzó a pesar: mi baladí
fervor de adolescente. Grite: Nos
reclama cada ser; o: Todos los
Hombres son nuestros hermanos. ¡Mentí!

Ahora sé que renegué del cielo
por nada. Inane César portó el duelo
de un mundo sin amor ni paz ni fe.

Eres cuanto me queda: la postrera
mirada fiel. ¡El terror persevera,
Cara! Cuando me abraces te veré.


 
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