Jorge Nef,   Chile, 1942


Despedida

Nuestros ojos miraban el lejano
atardecer azul que se fundía
en un vaho de gris melancolía
aquella quieta tarde de verano.

Era ese mismo ocaso, cotidiano,
que llega inexorable al fin del día,
llenándonos de angustia y lejanía
y esa vaga nostalgia de lo arcano.

Quisiste hablar, pero después callaste.
Entreabriendo los labios, murmuraste
una palabra. No escuché tu voz.

Hubo un silencio doloroso, largo;
pude decirte tanto, sin embargo,
con una voz ausente dije: adiós.


Tarde azul

Callados emprendimos el descenso
de la colina, ausente la mirada
en la distancia vaga y extasiada
del horizonte de un azul intenso.

Quedamos con las almas en suspenso,
bebiendo esa belleza que hay en cada
cosa por simple que ella sea y nada
pudo romper ese mutismo inmenso.

Nos volvimos casi en el mismo instante;
por tus ojos cruzó un vuelo distante
de inquietas y veloces golondrinas.

Hubo algo de tristeza en la silente
pasividad del cielo, lentamente,
la tarde tendió un manto de neblina.


 
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