José Campo Arana,   España, 1847


Una lágrima

Rueda, bañando mi mejilla helada,
lágrima temblorosa y vacilante;
para al tocar mis labios un instante,
y refresca su piel seca y quebrada.

Contigo va de la mujer amada
el último recuerdo delirante;
contigo va de mi ambición gigante
la ilusión antes muerta que soñaba.

Mas no sigas… Detente… Si supieras
que al sentir en mis labios tu frescura,
me da vida el dolor, te detuvieras…

Tanta es la hiel que en ti mi labio apura,
que tornándose dulce el mar, pudieras
tú sola devolverle su amargura.


 
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