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José de Diego y Benítez, Puerto Rico, 1866
A una coqueta
Una leyenda, tu azarosa vida;
tu espíritu voluble, una dolora;
tu boca un madrigal es que atesora
la dulzura en sus frases escondida.
Es de tu frente la risueña aurora
idilio tierno que al amor convida
y en tu faz palpitante y encendida
una égloga de flores puso Flora.
De una armonía celestial emblema,
tienen tus ojos la cantante llama
que alumbra y da la inspiración suprema.
¡Y todo en tí es poesía y todo ama!
¡Y no eres un magnífico poema
porque eres un magnífico epigrama!
En la brecha
¡Ah desgraciado si el dolor te abate,
si el cansancio tus miembros entumece!
Haz como el árbol seco: reverdece
y como el germen enterrado: late.
Resurge, alienta, grita, anda, combate,
vibra, ondula, retruena, resplandece...
Haz como el río con la lluvia: ¡crece!
Y como el mar contra la roca: ¡bate!
De la tormenta al iracundo empuje,
no has de balar, como el cordero triste,
sino rugir, como la fiera ruge.
¡Levántate!, ¡revuélvete!, ¡resiste!
Haz como el toro acorralado: ¡muge!
O como el toro que no muge: ¡embiste!
Ya viene
La desterrada vuelve, porque anhelan
dar música solemne a sus oídos
las tórtolas que vuelen de sus nidos
y las ideas que del alma vuelan.
Las muchedumbres fieras se revelan,
despiertan a su voz los oprimidos,
¡y vencerán indómitos y unidos
y los traerán los que por ella velan!
Con besos de oro y con fugaz sonrisa,
que viera tras de sí la llamarada,
la aurora de otro Siglo nos avisa:
la mar está gimiendo alborotada...
¡Libertad de mi alma!... ¡más aprisa!...
¡cuánto tarda en morir la madrugada!
Pan y vino
Surge, a un replique modulado en trino,
del misterio floral en que reposa,
la blanca Eucaristía, blanca rosa
emergente del cáliz purpurino.
La espiga recibió el Cuerpo Divino,
pero la vid su sangre generosa...
¡El trabajo y la lucha, en dolorosa
íntima comunión de pan y vino!
En el pecho del Cristo moribundo
la férrea pica se bañó de lumbre
y floreció como clavel de grana.
El pan sagrado es la salud del mundo;
pero, al subir del Gólgota a la cumbre...
¡El vino es la redención humana!
Cosas divinas
Según dicen, de Dios son las esposas
las castísimas sores del convento,
y, se lo digo a Dios como lo siento:
¡tiene algunas esposas muy hermosas!
Pero suceden por desgracia cosas
en tal o cual divino casamiento,
que, francamente hablando, no las cuento
por si las leen niñas ruborosas.
A las monjas bonitas, sus afanes
consagra el capellán, y eso es un robo
que Dios tolera a semejantes canes.
Dicho lo cual comprenderá el más bobo,
que no dejan de ser los capellanes
representantes de El en nuestro globo.
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