José de Maturana,   Argentina


Las castillas

Son hermanas de amor, van de la mano
por la estepa del fondo levantino,
llevando en polvoriento pergamino
las memorias del mundo castellano.

Son dos hidalgas de un orgullo anciano
que, en los inermes yunques del destino,
firmes, batieron con afán contino
la vieja cruz del abolengo hispano.

¿Viven de ensueños? ¿Cantan añoranzas?
¿No hay un verde racimo de esperanzas
que allá en sus viñas desoladas brote?...

¡Tal vez la voz del porvenir les grite,
cuando en bien de otros fueros resucite
con otra adarga olímpica el Quijote!


Las dos primaveras

Rubia y gallarda viene, mostrando en su carruaje
la luz de mil colores y el sol de sus jazmines,
como una blanca Venus de rústicos jardines
a quien las flores todas le rinden vasallaje.

La mansa maravilla del campo está en su traje,
y en su cantar de aurora la voz de los violines...
Tiene los hombros griegos. España va en sus crines,
Italia en sus pupilas y el mundo en su homenaje.

Tú eres así. Por eso mi potro de conquista
llega a la escalinata del pastoral palacio
con la tristeza errante de mi dolor de artista.

Y tras la primavera que tu placer me arroja,
con la altivez de siempre, te ofrezco su topacio
como una mordedura de mi serpiente roja.


 
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