|
|
José María de Aguirre, España, 1877
Niebla
Nublose el sol de la esperanza mía
que siempre tuvo resplandor escaso,
sin llegar a las cumbres del Ocaso,
la linde al trasponer el mediodía.
Al escalar la pedregosa vía
menguó mi aliento y vacilo mi paso;
y tuve sed y la sacié en tu vaso
¡musa del Septentrión, Melancolía!
Agotado en los medios del camino
en plena juventud, voy peregrino
desalentado, vacilante y ciego.
Nublose el sol de la esperanza mía...
¿No habrá una estrella que me preste guía
en este mar de sombra en que me anego?
Amargura
En turbios días de borrascas duras,
cuando el mar encrespando sus melenas
deja las costas de blancores llenas,
negro el ambiente y el abismo a oscuras,
del cantil por las hondas cortaduras,
entre escollos que muerden las arenas,
voy contando lo amargo de mis penas
al mar que tanto sabe de amarguras.
Crencha espumante que el Noroeste riza
el aire al escalar se pulveriza
y en mansa lluvia sobre mí descarga:
¡tan amarga es la pena que me abruma
que al rozar en mis labios esa espuma
la comparo a mi mal y no me amarga.
|
|
|