José Jacinto Milanés,   Cuba, 1814


La ilusión

Cuando la mano del benigno sueño
mis ojos cierra y mi velar halaga,
en torno de mi lecho vuela y vaga
fantasma bella de mirar risueño.

Ora alegre me mira, ora con ceño;
pero ceño gentil de hermosa maga:
Ora ¡bálsamo dulce a mi alma aciaga!
vierte en mi labio un ósculo halagüeño.

Y ya con lengua angélica me dice
palabras como música o me abriga
bajo sus grandes transparentes alas.

¿Quién eres pues, espíritu felice?
¿Naciste en este mundo de fatiga,
o pisas ángel las celestes salas?


La fuga de la tórtola

¡Tórtola mía! Sin estar presa,
Hecha a mi cama y hecha a mi mesa,
A un beso ahora y otro después,
¿Por qué te has ido? ¿Qué fuga es ésa,
Cimarronzuela de rojos pies?

¿Ver hojas verdes sólo te incita?
¿El fresco arroyo tu pico invita?
¿Te llama el aire que susurró?
¡Ay de mi tórtola, mi tortolita,
Que al monte ha ido y allá quedó!

Oye mi ruego, que el miedo exhala.
¿De qué te sirve batir el ala,
Si te amenazan con muerte igual
La astuta liga, la ardiente bala,
Y el cauto jubo del manigual?

Pero ¡ay! tu fuga ya me acredita
Que ansías ser libre, pasión bendita
Que aunque la lloro la apruebo yo
¡Ay de mi tórtola, mi tortolita,
Que al monte ha ido y allá quedó!

Si ya no vuelves, ¿a quién confío
Mi amor oculto, mi desvarío,
Mis ilusiones que vierten miel,
Cuando me quede mirando al río,
Y a la alta luna que brilla en él?

Inconsolable, triste y marchita,
Me iré muriendo, pues en mi cuita
Mi confidenta me abandonó.
¡Ay de mi tórtola, mi tortolita
Que al monte ha ido y allá quedó!


 
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