José Pelluch Posadas,   España, 1907


Ante una rosa

La vida tiene un fondo de amargura;
la muerte tiene un fondo de tristeza;
pero en la rosa, que tan poco dura,
hay una nota de inmortal belleza.

Se marchita una rosa, mas perdura
en otra rosa aroma y gentileza,
y así la vida en otra vida apura
ciclo que acaba mientras otro empieza.

Todo el tiempo lo vence y arruina;
todo lo quema su implacable llama;
muere la flor y la gigante encina...

Mas no te importe, amigo; tú, camina;
aquello que no sabes, adivina;
y, sobre todo, aunque te odien, ama.


Ya la muerte, Señor...

Ya la muerte, Señor, por fin se llega
a mi cansada humanidad doliente;
ya la siento llegar tétrica y ciega,
paralizar mis miembros y mi mente.

¿Todo habrá de cesar, o todavía
seguirá, muerto el cuerpo, el pensamiento?
¿El verso qué engendró la mente mía
será tan sólo fruto de un momento?

¡Oh el horror del vacío, de la Nada,
de no ser este mi “yo” que ha sido!
El alma estremecida atribulada,

piensa que pudo ser, y que no ha sido,
y a Dios dirige, ansiosa, la mirada
en demanda de paz, perdón y olvido.


 
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