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José Tadeo Tápanes Zerquera, Cuba, 1971
La dama oscura
Del fondo mustio de la noche, al ruedo
de mi tapiada sombra agonizante,
pasa la muerte con su luz, delante
del infortunio, ungido en su denuedo.
Luz achicando de la vida el miedo
y por la dama oscura y su diamante
puro, del tibio mármol delirante,
cuelgo las armas y en su paz me hospedo.
¡Abismos de la vida que me espera,
abierto el pecho, y la arrogante daga
venga en el viento a penetrar certera!
Prefiero que la muerte satisfaga
con su delirio criminal de fiera
mi vocación de lirio que se apaga.
Besos
Serán como de miel los vespertinos
conciertos amorosos de tu boca,
la tarde placentera será poca
razón para tus besos sibilinos.
Serás media naranja y dos caminos,
refugio de mi lengua que te toca,
tendré presa de amor tu imagen loca
mordida en sucesión de alejandrinos.
El beso largamente deseado,
ritual generador de la ambrosía,
dará la absolución al condenado
y fuerza a quien en este mediodía
amansa un corazón enamorado
besando a una mujer de fantasía.
Sueños rotos
Soy, a la muerte, lo que al mar el río.
Corriente irreversible que en cascada
al seno del dolor, desde la nada,
desciende como un canto a lo sombrío.
Y soy la muerte misma, el desvarío,
la muerte por la muerte desbancada,
aquello sin nacer, que ha muerto en cada
palabra traicionera en que confío.
¿Qué buscas, ilusión, conmigo ahora
si muero en una esquina de la muerte
de tanta confusión devastadora?
¿Qué puedo yo de sueños ofrecerte
si el espantoso mar que me devora
no me deja dormir, ni que despierte?
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