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José Wan Díaz, Puerto Rico, 1941
Tragedia
La perenne tragedia de la vida:
es lo pronto que muere la belleza.
Tan sólo es ilusion su fortaleza;
tersa piel cubre víscera podrida.
La hermosura termina carcomida
como mansión que pierde su fineza.
Sobre la bondad triunfa la vileza
y es la existencia vana y desabrida.
Oscurece el más claro amanecer;
la tierra más fértil se torna en fango;
y en anciana la más bella mujer.
Y no importa cuan sacro tu vivir
ni cual es la medida de tu rango,
en la cuna comienzas a morir.
Neva en mi tierra
Neva en los montes de mi bella tierra.
La sensación de soledad constante
que el temporal al ámbito reparte
la tristeza que oprime mi alma aumenta.
Grandes copos de nieve revolean
por el inquieto aire: son nubes rotas,
o a lo mejor son pétalos de rosas
descendiendo del cielo cual marea.
Ráfagas azotándome en la cara
despiertan vestigiales remembranzas
de cosas que creía ya olvidadas.
Por mi mejilla baja un tibio chorro,
–un torrente de lágrimas amargas–
¡Ha tiempo no lloraba ... y ahora lloro!
El gran poema
Ese gran poema
que todo poeta sueña hacer,
se que está escondido
en un rincón de mi mente.
Y aunque rehusa
verterse en el papel,
vive latente;
torturandome con reflejos
de lo que promete ser.
Cuanto mi pluma ha escrito
hasta este momento,
ha sido sólo práctica
para ese gran suceso...
Quiero expresar
la pureza absoluta
en un verso
y lograr alcanzar
el sempiterno anhelo
de pintar un cuadro
que puedan ver los ciegos.
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