|  |  | Juan Clemente Zenea,   Cuba, 1834
 
 
 El lunar
 
 Dejó un arcángel las celestes salas
 para verte nacer, y enamorado,
 te tocó junto al labio sonrosado
 con la ligera punta de tus alas.
 
 Para aumentar tus naturales galas
 quedó el lugar que te tocó manchado,
 y tantas gracias a tu rostro ha dado,
 que al mismo autor de ese lunar te igualas.
 
 Yo, que te adoro, y que por dicha mía
 amado soy de una mujer tan bella,
 contemplándote a solas me embeleso;
 
 y, para nada ambicionar, quería,
 donde el arcángel te dejó esa huella,
 dejarte el alma entre la miel de un beso.
 
 
 Segundas nupcias
 
 El soldado fue a la guerra
 a triunfar o perecer,
 y dejó en lejana tierra
 sus hijos y su mujer.
 
 A los primeros reveses
 murió en rudo batallar,
 y al cabo de cinco meses
 hubo nupcias en su hogar.
 
 Roto el lazo de constancia,
 su esposa, ardiendo en pasión,
 a un amigo de la infancia
 entregó su corazón.
 
 Y hubo canto y regocijos,
 y en las fiestas del hogar
 sólo el mayor de los hijos
 se puso triste a llorar.
 
 
 
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