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Juan Manuel Cotta, Argentina
La pasión es un niño...
La pasión es un niño sin cultura, que juega
en un palacio –el alma–, destrozando los muros,
rompiendo los cristales... ¿Pobre de quien se entrega
obediente al mandato de sus torpes conjuros!
La pasión es barquilla liviana que navega
sin rumbo y bajo cielos terriblemente obscuros...
¡Buen timón, almirante, revisar la bodega
y echar al agua el lastre de los sueños impuros!
¡Oh! dómine; no dejes que el «niño» se pervierta,
ni dejes, almirante, que la «barquilla» incierta
navegue, porque acaso descenderá al abismo.
Y tú, gobierna, tu alma, aprisiona el encono,
y no te eches en brazos del sabroso abandono.
¡Elévate, levántate! Sé dueño de ti mismo.
Sobre hambriento rocín...
Sobre hambriento rocín, con yelmo y lanza,
gallardo en el montar y en la apostura,
va un hidalgo Señor de la locura
buscando una ilusión o una esperanza.
Le sigue sin cesar en tal andanza,
a horcajadas en rústica montura,
un zopenco que endilga la cordura
al nivel positivo de su panza.
Hace siglos que van. Larga memoria
van dejando también en larga historia
que consigna sus actos relevantes.
No carecen de fama ni de mote.
Uno es Sancho y el otro es Don Quijote.
¡Inmortales creaciones de Cervantes!
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