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Juan Díaz Covarrubias, México, 1837
Fragmentos
¡Ay del triste que vio desvanecerse
la ilusión que soñaba su esperanza!
¡Quiso tocarla y la miró perderse
en las brumas de obscura lontananza!
Triste de aquel que en su brillante gloria
juguete fue del fugitivo viento,
y contempla un martirio en su memoria
y un torcedor en su mismo pensamiento.
Triste de aquel que vive en el pasado
mirando en su pesar desvanecida
la ilusión del amor, manto gastado
que engalana la momia de la vida.
Triste de aquel que en su marchito seno
sintió llevar el cáliz de la duda,
bebiendo gota a gota ese veneno
que, le dejó la realidad desnuda,
al suave arrullo de la brisa ufana;
de esa que fuera tan brillante un día
ni hojas, siquiera quedarán: mañana.
Mas oye, corazón, basta de llanto,
guarda la miel de tu dolor profundo,
que la queja total de tu quebranto
ni la comprende ni la escucha el mundo.
¿No sabes que las quejas que se lanzan
en medio de la noche silenciosa,
nunca otro seno a conmover alcanzan
y se pierden en la aura vagarosa?
Lo sabes, corazón; forja otra historia,
sin las gratas venturas que he sentido,
Yo no quiero esperanzas, ni memoria,
yo no quiero recuerdos, ¡quiero olvido!
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