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Juan Carlos Ramiro Quiroga, Bolivia, 1962
Responde mi Señor...
Responde mi Señor a este ejercicio
de rimas, tonos, lloros, que se elevan
a tus dulces celajes mientras llevan
de la noche, las dudas y el suplicio
monótono, medroso y soez del vicio
que al cuerpo, de lujuria toda enseban,
para hacerlo morir mientras se van
muchas purezas por un orificio.
Junta tu brazo sobre esta plegaria,
pon oídos a este cántico en Samaria,
que se ejecuta libre, sin panderos
ni arpas ni voz de lamento en los labios.
¡Qué importan los demás y sus resabios,
mi alma te clama en todos los senderos!
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