Juan de Dios Peza,   México, 1852


Sobre mi tumba

En ti no caben ni desdén ni olvido;
en tu celda distante y solitaria
me das una oración ferviente y diaria;
¡Unico don que para mi te pido!

Y hasta mi hogar desierto y escondido
llega el suave rumor de tu plegaria,
aroma de la tierna pasionaria
que ha ganado el altar y yo he perdido.

Ora siempre por mi, mi bien amado,
que en esta vida deleznable y dura,
¡Tú eres sierva de Dios, yo del pecado!

Y que digan al ver mi sepultura:
¡Yace aquí un pecador que fue salvado
por la piedad filial de un alma pura!


Anoche soñando

Anoche soñando que tú me querias
vi a un ángel del cielo tranquilo bajar,
y luego juntaba tu mano a las mías
y yo te miraba y tú me decías
"con todo mi pecho te voy a adorar".

¡Qué vas a adorarme! mentira, mentira
yo soy la desgracia, sin luz y sin fe...
y entonces el ángel solloza, suspira...
y al irse hasta el cielo, sonriendo te mira,
y luego... llorando de amor desperté.


En cada corazón

En cada corazón arde una llama
si aún vive la ilusión y amor impera,
pero en mi corazón desde que te ama
sin que viva ilusión, arde una hoguera.

Oye esta confesión: Te amo con miedo,
con el miedo del alma a tu hermosura,
y te traigo a mis sueños y no puedo
llevarte más allá de mi amargura.


 
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