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Juan de Tassis y Peralta, Portugal, 1582
Es la mujer un mar...
Es la mujer un mar todo fortuna,
una mudable vela a todo viento:
es cometa de fácil movimiento,
sol en el rostro y en el alma luna.
Fe de enemigo sin lealtad ninguna,
breve descanso e inmortal tormento,
ligera más que el mismo pensamiento,
y de sufrir pesada e importuna.
Es más que un áspid arrogante y fiera;
a su gusto, de cera derretida,
y al ajeno, más dura que la palma;
es cobre dentro y oro por de fuera,
y es un dulce veneno de la vida
que nos mata sangrándonos el alma.
Divina boca de dulzores...
Divina boca de dulzores llena,
dichoso el labio que te besa y toca,
que no hay en cuantas hay tan dulce boca,
ni para aprisionarme tal cadena.
No el sabroso panal de la colmena
a tanto gusto y suavidad provoca,
que está el dulzor en ti y el suyo apoca
el ámbar, el clavel, el azucena.
Mas dentro de la miel está escondido
el aguijón crüel con que me hieres,
y nadie de la vida ve este signo;
boca tierna y pecho empedernido,
no, ni jamás en todas las mujeres
boca tan blanda y corazón tan digno.
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