Julia Pérez Montes de Oca,   Cuba


Se agita el hombre...

Se agita el hombre en la mundana vida
mezquino y ambicioso y altanero;
maligno el corazón, el labio artero,
donde no tiene la verdad cabida.

En él encuentra fácil acogida
la envidia y el desdén su compañero,
y aunque el semblante muestre lisonjero
su amor es falso y su virtud mentida.

Del campo en las sombrosas espesuras
¡qué distinto espectáculo se ofrece!
allí al impulso de las brisas puras

y a la sombra del árbol que florece,
sin odios, ni zozobras, ni amarguras,
el alma se transporta y engrandece.


A un árbol

Pasó el otoño y se llevó arrastrando
de tus ramajes el verdor divino;
siguió el helado invierno su camino
tus amarillas hojas arrancando.

El tallo altivo y el capullo blando
volaron como el loco torbellino,
y solo el dulce fruto purpurino
en la alta rama se quedó temblando.

Pero al fresco batir de la sonora
lluvia, tus hojas juveniles crecen,
y un ancho y verde manto te decora.

No así las ilusiones que fenecen
en el alma del hombre, aunque las llora,
con su frescura, oh árbol, reaparecen.


 
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