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Julio Alfredo Egea, España, 1926
Montañas
Comprobando tu física estatura
a vuelo de perdiz, España, quiero
acariciar la cresta y el romero,
perderme en cicatrices de hermosura.
Montañero de amor, llevo a la altura
mi pasión de tomillo y aguacero,
mi gesto que en la roca se hace fiero
y mi sueño infinito de llanura.
¿Qué gigantesco halcón enloquecido
te ha arañado la tierra, que enojada
garra de mar..., qué viento..., qué latido...?
Contemplo pensativo tu arrugada
geografía del dolor, y taso y mido
esta erupción de furia desmandada.
Herido estoy
Como una ola de amor, furiosa y fuerte,
en salitre y en sangre estoy contigo
y me duelen los labios cuando digo
tu nombre por la calle de la Muerte.
Aún queda mucho amor por conocerte
y tu piedra de luz buscando sigo;
la sombra de tu voz está conmigo
y espero que un balido te despierte.
Cuando digo Miguel digo raíces,
digo un largo dolor de despedida,
digo dolor y luz, tierra pisada.
Yo sé que me hablas tú, sé lo que dices.
Me cruza el corazón toda la herida.
Herido estoy mortal de tu pedrada.
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