Julio César Aguilar,   México, 1970


Nada, sino tu sombra...

Nada, sino tu sombra
galopando.
Va y viene a través de las cortinas
translúcidas del pensamiento.
Y la atrapo.
Y consagro
las palabras
al silencio de tus manos.

Ah, la fatiga.
Cavé una fosa, en vano,
para tu luz distante, imperecedera.
Mas nada. Nomás la sombra
de un fantasma.


La hora

Vuelve la luz a hacerse luz, plácida claridad
en el vaivén de sombras,
y la calma otra vez, el remanso
donde reposa –como en el sueño el insomne–
su paso frenético el corazón.
El aire que se respira
se hace respirable,
y el paisaje a cada mirada
recobra el color y la forma.
Surge a la vida
el que vive en la muerte y muere de nada.
Esta es la hora de la resurrección.


Canción

Hay en tu boca
la luz de un hálito
que resplandece

Desde tus ojos
más cercano es
el horizonte

Un canto alegre
mi sueño canta
para tu boca

Renace el mundo
vivos mis ojos
en tu mirada


 
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