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Laura Gallego, Puerto Rico, 1924
Encuentro
Te conocí en la cima
de un íntimo silencio.
La flor de algún paisaje
se fue abriendo en tu boca.
de tu voz de celaje,
brotó la paz menuda
de tu alma remota.
Con rara unción, los cirios
del corazón prendieron
en lágrimas de oro
sus crisálidas rotas,
y fue un nacer de raros
cristales que enmudecieron
la solazul presencia
de una delicia ignota.
La flor desnuda, el mismo
perfume de tus ojos,
labró en frágil paciencia
esta emoción tan blanca.
Al alejarte, quedó
sin ilusión ni enojo,
con un sabor a cielo
prendido en la garganta.
Anunciación de otoño
En las frutas amarillas,
bajo el frescor amado,
en los altos aleros del aire
donde amagan palomas,
en el pecho mismo de las rosas
hay una tristeza diminuta.
Se abren los ojos suaves como flor
y se perfuma el alma
entre las ruinas de las hojas.
La abeja en su punzada
marca un final del tiempo estremecido
y en flor final la voz fina
se pinta de amor como las rosas.
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