León Benarós,   Argentina


Tierra

Ella nos dice la palabra viva,
nos guía por un rumbo iluminado
y nos muestra el camino señalado
para la perfección definitiva.

Para su mundo de laurel y oliva,
para su pobre mundo ensangrentado
va, puro y redimido de pecado,
el triste corazón, a la deriva.

Ella nos amortaja con su veste.
Su oscuro reino de milagro y cieno
abarca Norte, Sur, Este y Oeste.

Nos da la clave de lo ultraterreno,
el signo impar, el número celeste
para que regresemos a su seno.


Los árboles

Dioses callados, huéspedes dichosos,
trofeos, enterrados homenajes,
desde sus días altos y salvajes
al sol se orientan, de su beso ansiosos.

Ramos les dan los días misteriosos
y una embriaguez total, en verde encaje,
les cuelga de los vívidos ramajes
flores de perfección, frutos hermosos.

Felices ellos, pues que su porfía
de cárcel vertical, en las serenas
tardes es fiel al rito de su día.

Pero yo, extraño de hábitos y penas,
¿qué luz he de poder decir que es mía,
inmóvil de presagios y cadenas?


Ay, tiempo...

Ay, tiempo, que nos reduces
nos menguas y simplificas
y en el lecho de la Nada
nos tiendes y sacrificas.

¿Sucesion interminable
o inmovil eternidad?
Nos mides y nos señalas
la hora de la verdad.

Si alguna piedad te queda
convencenos de volver.
Concedenos un instante
Para expresarnos y ser.


 
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