Lourdes Rensoli Laliga,   Cuba, 1952


El mensaje

Pero para obtenerlo, contenderás conmigo
hasta el albor del mundo transmutante,
te reconocerás como enemigo
de toda decisión pura y constante,

podrá la vida derramar su sombra
en la antigua impresión de la conciencia,
en las simas del ser, que nadie nombra,
donde se cumple toda penitencia,

y al cabo de este ciclo, volveremos
a danzar sin saber qué nos envía,
a convertirnos en sus emisarios,

en armónicos signos, en extremos
de una potencia fúlgida o sombría,
en sus entrañas mismas: sus contrarios.


Augurio

Pasará mucho tiempo y un día será tarde
y el saber habrá entrado en tu sonrisa,
hoy derroche de música.
Entenderás entonces la clave de los siglos,
el polvo al que tornaron esas frentes
alguna vez alzadas hacia el cielo,
ése que se vislumbra en tus pupilas,
ése que ha de servirte de lecho y sepultura,
creado a tu medida y a tu raro equilibrio,
logrado por un pacto de rescoldo y luciérnaga
jugando al fuego fatuo.


Historia de una flor

Nació un día, entre tréboles y cardos
para alegrar al sol con sus colores,
pero no podía verlo: las ramas de los árboles
impedían el paso de la luz.

Pasó años oculta, en lo profundo
de un bosque donde nunca
traspasaron los rayos benéficos
el tejido frondoso de las copas,
y la flor aguardaba: no quería,
no podía agostarse, morir, sin recibir
el dorado fulgor de la mañana.

Os invito a buscarla, a preguntarle
cómo logró sobrevivir al húmedo
deslizarse de insectos, hongos y caracoles,
qué bendición acompañó sus hojas
y protegió sus pétalos
pues tal vez el secreto de la paciente flor
consiga transformar
en aroma y matices delicados
nuestras pequeñas muertes.


 
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