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Luis F. Cardoza y Aragón, Guatemala, 1904
Una lágrima
El místico crepúsculo silente
vertía los prodigios de sus lumbres,
mientras el sol, tras las erguidas cumbres,
con sus sedas se hundía regiamente...
Se estremecían del jardín las frondas.
Un clavel entreabierto, cual sonriente
boca con sed, besábate en la frente.
Y en la tristeza de tus pupilas hondas,
ví engastarse una lágrima cruelmente
cuando la nieve de una margarita
que deshojabas, dijo "no", hiriente.
Y esa irisada cristalina gema
condensación perlada de una cuita,
¡atesoraba el alma de un poema!
Pálida virgen...
Pálida virgen, tu viudez mendigo,
ígnea nevada negra de mis venas.
Mi frente entre tus manos, sin testigo,
corónenla tus lentas azucenas.
Sin ti y sin mí, a veces, yo, tu amigo,
abandonado faro sin antenas.
¡Oh!, solar soledad, solo, contigo,
donde paren los sueños sus sirenas.
Qué proa de fervor es mi destino
de nube y de segura fortaleza.
Mi amor en ella apacentó su trino.
Yo sé tu forma de yacente vino
de paloma y laurel y de tristeza
de sed bajo el océano y camino.
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