|  |  | Manuel Acuña,   México, 1849
 
 
 A una flor
 
 Cuando tu broche apenas se entreabría
 para aspirar la dicha y el contento
 ¿te doblas ya y cansada y sin aliento,
 te entregas al dolor y a la agonía?
 
 ¿No ves, acaso, que esa sombra impía
 que ennegrece el azul del firmamento
 nube es tan sólo que al soplar el viento,
 te dejará de nuevo ver el día?...
 
 ¡Resucita y levántate!... Aún no llega
 la hora de que en el fondo de tu broche
 des cabida al pesar que te doblega.
 
 Injusto para el sol es tu reproche,
 que esa sombra que pasa y que te ciega,
 es una sombra, pero aún no es la noche.
 
 
 A un arroyo
 
 Cuando todo era flores tu camino,
 cuando todo era pájaros tu ambiente,
 cediendo de tu curso a la pendiente
 todo era en ti fugaz y repentino.
 
 Vino el invierno con sus nieblas, vino
 el hielo que hoy estanca tu corriente,
 y en situación tan triste y diferente
 ni aún un pálido sol te da el destino.
 
 Y así en la vida el incesante vuelo
 mientras que todo es ilusión, avanza
 en sólo una hora cuanto mide un cielo.
 
 Y cuando el duelo asoma en lontananza
 entonces como tú cambiada en hielo
 no puede reflejar ni la esperanza.
 
 
 
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