Manuel María Barbosa de Bocage,   Portugal, 1765


Despedida

Ausentome de ti, ¡paterno Sado!
mansa corriente, deleitosa, amena,
en cuya playa el nombre de Filena
he mil veces escrito y mil besado.

No me verás, en medio a mi ganado,
tañer más la amorosa y blanda avena,
a cuyo susurrar ibas, serena,
a confundirte con el mar salado.

Debo blandir, por orden de la suerte,
cayados no: mortíferos alfanjes
en los campos de Marte, altivo y fuerte.

Y tal vez, entre impávidas falanges
haga testigos de mi propia muerte
a las riberas que humedece el Ganges.


Contrición

Gasté mi ser en lides de demencia:
¡un tropel de pasiones me arrastraba!
¡Ciego y mísero fui cuando soñaba
que era casi inmortal mi humana esencia!

Con fulgores de sol, una existencia
engañosa la mente me doraba.
Mas la naturaleza claudicaba,
del mal original a la presencia.

¡Tiránicos placeres, los despojos
vuestros hundió en un mar de desengaños
esta alma, que, sedienta, en sí no cupo!

Cuando la muerte, ¡oh Dios!, cierre mis ojos,
gane un instante lo perdido en años:
¡sepa morir el que vivir no supo!


 
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