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Manuel Justo de Rubalcava, Cuba, 1769
A Roselia
Cuando risueño se levanta el día
se agrava con las horas mi tormento
y crece de continuo el sentimiento
cuando cae la noche oscura y fría:
Lejos de la quietud y la alegría
descanso busco, pero no lo siento.
Porque si es que reposo algún momento
es cuando me desmaya la agonía.
Vuelve otra vez el día congojoso
y me encuentra del modo que me deja.
Despierto sin alivio ni consuelo.
Tu, Roselia, procura mi reposo,
no renueves la causa de mi queja,
haz por que mude de semblante el cielo.
¡Oh qué dulce amor...!
¡Oh qué dulce amor cuando comienza!
Pero ¡qué amargo es y denegado,
qué infiel, qué libre, injusto, osado
cuando cumplido su apetito piensa!
Mira sin atención la recompensa
y todos los favores que ha logrado
los borra con olvido descuidado,
cuando no los iguala con la ofensa.
Lo más querido ve con repugnancia,
de lo que puedo apenas evitarme
por ser cuasi tu amor duro despecho.
No apures, no, Roselia, mi constancia,
que si pretendes pérfida olvidarme
repara bien el daño que me has hecho.
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