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Manuel Joglar Cacho, Puerto Rico, 1898
Hay una voz
Hay una voz nacida en la campana
que a mi recuerdo llama y lo despierta.
Y hay una mano buena y hacendosa
que me pone las botas y la espuela.
Y hay un caballo, listo para el viaje,
con las bridas atadas en el cepo.
Y hay un pañuelo, única bandera
sobre el amor diciéndome: "¡hasta luego!"
Y habrá también un hijo, imagen mía,
que cuando yo me canse en el camino
recogerá la inextinguible lámpara
para llevarla lejos, siempre lejos.
Fuga
Nos iremos tempranito.
Iremos de madrugada,
por el camino mojado
de besos de la mañana.
¡Qué alegría habrá en tus ojos!
¡Qué regocijo en mi alma!
Seremos sobre el camino
como dos canciones blancas.
De vez en cuando, en la senda
haremos una parada.
Tú me dirás: ¿para qué?
Yo te diré: para nada...
Para aplacar la honda sed
que en mi pecho siente el alma;
para gozar de tus mimos,
para escuchar tus palabras.
Para comer de las fresas
que en tu boca se desangran,
¡o para arrancar la espina
que se te pegue a la saya!
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