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Mariblanca Saras Aloma, Cuba
Yo, criminal
Brillaron sus ojos con negros fulgores,
fulgores extraños de herido león;
terrible, en sus labios, sus labios traidores,
vagó una sonrisa de dura agresión.
"Escucha –me dijo–: Errando en la selva,
perdido de celo, matarle juré...
Le vi en la espesura... No esperes que vuelva
tu Amado... ¡No esperes...! ¡Que yo lo maté!"
Febril, indignada, me erguí; lancé un grito;
sentí ante mis plantas abrirse el maldito
abismo insondable de un sino fatal...
¡Y entonces, cediendo a fatídico impulso,
alcé enloquecida mi brazo convulso,
y en medio del pecho le hundí mi puñal...!
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