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Marta Sepúlveda Góngora, Colombia, 1957
Traje lo mismo que llevaré al partir
No habrá bolsillos
para guardar tesoros
en el vestido de tierra
que me espera.
De mí al final,
sólo hablará este río de palabras
por el que viajé
para alejarme de mí misma.
Ojala
Mis palabras lo persiguieran
hasta su partida al otro mundo,
lo acosaran como bestias hambrientas
en una pesadilla,
lo obligaran a soñar
como ellas le tuercen el cuello
y no le dejan respiro.
Ojalá lo llevaran a pensar
que son sus propios fantasmas,
que le hablan de sus pecados
de las cosas que no se atreve a confesarse
ni siquiera en voz baja.
Querría decir que no es a mi sola
a quien las palabras de otros
abofetean sin compasión
cada vez que me pillan desprevenida
espiando las entrañas de un libro.
Soy como una plaza de pueblo
Donde en ocasiones
el sucio de las palomas se me posa
sin poder impedirlo.
Otras veces vienen amigos
y me siembran flores
o me arrojan su basura.
Que sería de este pueblo mío sin plaza
y de esta plaza sin palomas,
sin flores, sin basura
que sería de mí, sin mí,
sin mis poemas.
Hoy no es un buen día para pedir
la lluvia se ha llevado todo
hasta la misericordia de los transeúntes
su tornado arrastra la sonrisa de los niños
tras la ventanilla de los autos
y ya no puedo mostrarles
el espanto de mis manos vacías
hoy no es un buen día
para extender la mano
y tocar la esperanza
porque hasta el sol me abandona
cuando nada más pareciera quedarse
ni siquiera el paso del invierno
detiene su afán / en medio de la autopista
donde solo la lluvia y yo envejecemos
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