|
|
Martín Galas
Quiero ser en tu vida
Quiero ser en tu vida algo más que un instante,
algo más que una sombra y algo más que un afán.
Quiero ser, en ti misma, una huella imborrable
y un recuerdo constante y una sola verdad.
Palpitar en tus rezos con temor de abandono.
Ser, en todo y por todo, complemento de ti.
Una sed infinita de caricias y besos;
pero no una costumbre de estar cerca de mí.
Quiero ser en tu vida una pena de ausencia
y un dolor de distancia y una eterna ansiedad.
Algo más que una imagen, y algo más que el ensueño
que venciendo caminos, llega, pasa y se va.
Ser el llanto en tus ojos, y en tus labios la risa.
Ser el fin y el principio. La tiniebla y la luz.
Y la tierra, y el cielo; y la vida y la muerte.
Ser, igual que en mi vida, has venido a ser tú.
Yo no sé quién eres
Yo no sé quién eres,
ni cómo te llamas,
no se si eres buena,
humana y piadosa,
o eres como todas,
como tantas otras,
insensible y falsa.
Te conozco apenas,
a través del velo
de mis fantasías,
y mis esperanzas.
Ignoro tu vida,
tus glorias pasadas,
y las ilusiones
que para el mañana
hilvana tu mente
y hasta tu mirada,
me es desconocida,
por que no he tenido,
la suerte de verte,
de cerca la cara.
Sé que puedo amarte
por que me haces falta
y estar a tu lado
cuando tu lo quieras,
y para tu historia
¡Ser todo o ser nada!
no obstante que ignoro
quién eres,
cómo eres...
y cómo te llamas.
Yo esperaré que llegues
Yo esperaré que llegues, si acaso vuelves,
apoyado de codos a la ventana,
con las pupilas fijas en el camino
y los anhelos puestos en la distancia.
Tendré para la fiesta de tu retorno,
bendita taumaturgia de mi llamada,
un palpitar de besos entre los labios,
y un vibrar de canciones en la garganta,
y un temblor de caricias a flor de manos,
y un «que Dios te lo pague», dentro del alma.
Yo esperaré que vuelvas, y si es que llegas,
verás con cuanta angustia ya te esperaba,
y en esa fiesta excelsa de tu retorno,
realización piadosa de mi plegaria,
haré callar las voces de mis angustias,
y de mis pobres ojos, secaré las lágrimas,
para que mis caricias y mis canciones
y mis besos, rompiéndose en mi garganta,
en un coro de voces jamás oídas,
bendigan tu retorno y te den las gracias.
|
|
|