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Matías Romero, El Salvador, 1927
La muerte del árbol
El árbol se ha inclinado
Hacia donde va a morir
Como el hombre caminando
Hacia el fin del existir.
¡Ay, camino, mi camino
que yo no voy caminando
sino que él me va llevando
a inexorable destino!
¿A dónde vas, árbol mío,
mientras se seca el ramaje
en el rigor del estío?
Se profundiza en el viaje
Buscando nueva existencia
La raíz de mi conciencia.
Mala cosecha
Cargando atrás pesado el mal recuerdo
De inconfesables hechos de mi historia,
Nube negra oscurece mi memoria
Y camino al final con paso lerdo.
Ya no me importa más el que dirán,
Si yo mismo me juzgo y me condeno
Porque no logré ser todo lo bueno
Y desoigo a los que me juzgarán.
Dios es mi juez y ante Él de hinojos
Veo llorando mi vida deshecha
Y que ha sido en verdad mala cosecha.
¡Huid, fantasmas, bálagos de abrojos,
tempestad de mi mente; ya Jesús
me ha amparado a la sombra de su cruz!
Desprendimiento
Suave, suave, se fue, se desprendió
De la cama, del cuerpo, de las cosas
Y como ala en el aire se sintió
En un cielo de puras mariposas.
En aroma de rosa en torbellino
Respiraba el aliento universal,
Como inhalando al propio ser divino
Dentro de su burbuja individual.
Sintió ser una mónada volando
Y que él era su nombre, así, flotando...
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