|
|
Melchor de Palau y Catala, España, 1843
La forma poética
Quien desea encontrar substancia pura
nunca la busca en el revuelto cieno,
ni en el hierro en fusión, de escorias lleno,
sino bajo una armónica figura.
En cristales de mágica tersura,
que claro muestran de la forma el freno,
cual hija predilecta de su seno,
nos la brinda la próvida Natura.
También del verbo la más alta fase,
la que revela intrínseca pureza,
es la que tiene, como firme base,
del geométrico modo la fijeza;
que el contorno y el ritmo de la frase
hacen que cristalice su belleza.
Mantos de luz tendiendo...
Mantos de luz tendiendo por los mares,
guías la nave al suspirado puerto;
por ti abandona el líquido desierto
y regresa el marino a sus hogares.
Mas ¡qué miro! millares y millares
de hermosas aves a tus pies han muerto;
atrájolas tu foco en vuelo incierto;
ya no verán los patrios palomares.
¡Oh faro colosal! tus vivas luces
son de la Libertad fúlgido emblema;
al que bien te comprende, le conduces
al puerto ansiado de la paz suprema;
al que mal te conoce, le seduces,
y en ti las alas mísero se quema.
A un pintor joven
No te dejes vencer por la desidia,
si anhelas a la cumbre remontarte;
ni caigas en las redes que, con arte,
urde a tu paso la mañera envidia.
Los émulos te roban, con perfidia,
de tus glorias legítimas gran parte,
pues fáciles te son, han de sobrarte,
sigue, no cejes, la empeñada lidia.
La chusma, que hoy tus méritos rebaja,
de elogios mil prorrumpirá en concierto,
recubriendo de flores tu mortaja,
no bien contemple tu cadáver yerto;
que, al tomar la medida de la caja,
resulta siempre más crecido el muerto.
|
|
|