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Migdalia Beatriz Mansilla Rojas, Venezuela, 1950
El grito ahogado del silencio
Como un todo navegando en la nada
mi garganta se reseca ante el grito
que sale de mis entrañas,
de mi locura,
de mi no saber si existo
o si soy sólo un reflejo de algún espejismo.
Mis manos me recorren,
no me encuentro y ¡grito!
Grito entre el silencio ahogado
de los fantasmas que me siguen.
Mudez
mi voz
desata los sueños anclados
sube por las cumbres
desafía mi propia cárcel
vuela sobre los caminos
anchos de libertad
largos de quimeras
mi voz
se pierde en la noche blanca
lleva en la garganta
el misterio de las cosas calladas
se rebela impotente
–pálida amiga viajera–
ante el silencio de mis tímidas palabras
mi voz
cayó como una piedra
en el agua solitaria
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