Miguel Hernández,   España, 1910


Al que se va

Partir es un asunto dolorido
como morir, al muerto y al ausente,
ni la fotografía más ferviente
ni las cartas lo sacan del olvido.

Te vas del todo tú, que ya te has ido,
con decir que te vas tan solamente
y a cada sol te llevará mi frente
con más obstinación, descolorido.

En la agonía de la despedida
como un pañuelo el corazón sacudo
y lo lleno de angustia como un puerto.

Silencio y muerte veo en la partida
si no me has de escribir, te doy por mudo,
y si no has de volver, te doy por muerto.


El beso

Llego tan hondo el beso
que traspaso
y emociono los muertos.

El beso trajo un brio
que arrebato
la boca de los vivos.

El hondo beso grande
sintio breves
los labios al ahondarse.

El beso aquel que quiso
cavar los muertos
y sembrar los vivos.


Por una senda van...

Por una senda van los hortelanos,
que es la sagrada hora del regreso,
con la sangre injuriada por el peso
de inviernos, primaveras y veranos.

Vienen de los esfuerzos sobrehumanos
y van a la canción, y van al beso,
y van dejando por el aire impreso
un olor de herramientas y de manos.

Por otra senda yo, por otra senda
que no conduce al beso aunque es la hora,
sino que merodea sin destino.

Bajo su frente trágica y tremenda,
un toro solo en la ribera llora
olvidando que es toro y masculino.


 
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