|
|
Milagros Esquijarosa, Cuba
Talión
Y tú serás juzgado, sí, algún día,
por un severo juez: por tu conciencia.
Te llevará, infalible, a su presencia
delitos de traición y de falsía.
De un alma que te amaba, la agonía
te ha de hacer recordar, con su elocuencia;
y temblarás oyendo la sentencia,
de Ley tan justa, inexorable y fría.
No te puedes quejar: tú lo quisiste:
pues loco, entusiasmado, preferiste
fingido amor, a una pasión sincera.
Ya sabes, tu condena irrevocable.
Se cumplirá el axioma inexorable:
«¡Quién a hierro mató que a hierro muera!»
¡Culpable!
Y tú, infame, tendrás el merecido
de tu acción baja y vil, engañadora;
él no tuvo la culpa. Tú, traidora,
pisoteaste un corazón herido.
Yo no le culpo, no; pues, seducido
por tus halagos, Circe engañadora
cayó ciego en la red apresadora,
y se entregó cual vencedor vencido.
Tu castigo tendrás, te lo mereces;
tú, que apurar le hiciste hasta las heces
el cáliz del dolor, mujer ligera.
Y tu conciencia, juez inexorable,
te dictará su fallo irrevocable:
«¡Quién a hierro mató que a hierro muera!»
|
|
|