Nicolás Arnao,   Cuba, 1850


Me dio la mano

Mi saludo cordial, lector amigo,
con mi afecto te envío cariñoso:
al verte ya jadeante y silencioso
por el camino donde irás conmigo.

Si ten cansa seguir o ser testigo
del hosco viaje por el campo hojoso,
detente en el andar, que yo amistoso
del duro compromiso te desligo.

No obstante, si a mi voz vas lisonjero
y entras por los quebrados donde el llano,
o de la cumbre bajas al sendero,

do va el arroyo en su correr liviano,
serás como el extraño pasajero
que en la vía al pasar me dio la mano.


De pro y de fuste

Si bardo fuera yo de pro y de fuste,
tendría un gran estudio decorado;
con clásicos autores del pasado
y alcanzar con mi lira un buen ajuste.

Pero a mi humilde choza, cuando guste,
puede el lector pasar, no hay entorchado;
ni grandes bibliotecas, ni alfombrado,
ni estatuaria vetusta que lo asuste.

Solo en mi oscuridad, me inspiro en flores,
o en los grietados muros de mi casa,
do no existen ni cuadros, ni pintores,

ni el pensamiento en ilusión se abrasa
para elevarlo en majestad suprema
y a mi lira arrancar magistral tema.


 
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