|
|
Omar Santos Balán, México
No finjamos
No finjamos el resquemor,
la palabra inútil,
el ala sangrante
en el sòtano.
No finjamos el barrunto de los dìas,
la cerca de nuestros rechazos.
Es innecesario este cìrculo de cobardes;
de un costado a otro
nada suena a salmo o manantial,
del verso a la puerta
sòlo hàlito de oscuros,
el dìa de la desaparición.
Memorable
Todavía el colibrí bebe
sobre la rosa del mar,
todavía, promesa de la carne,
tu aroma es un corcel
de las arenas,
galopando por los acantilados
de la memoria.
Todavía es otoño y tempestad,
fango y anillo de los ruegos,
y tu sigues siendo
esa piedra blanca del tiempo
golpeteando en las cavidades
de mi vocablo.
Del sitio
Yo callo frente
a los miles de escudos
traìdos por el oleaje,
por esa fogata que entierra
solemnemente el espectro.
Yo callo por los huesos
del delfín,
por las llagas
de la sirena anciana,
bajo una llovizna que despedaza
mis pergaminos.
Yo no alcanzo el eco
si el bostezo de la estatua,
si la silueta del galeòn
de la quimera,
para que no se desplome
el ùltimo colibrí del oráculo,
para que el coletazo
de la muerte
no ocupe todos los sitios.
Temblor de labios
Tus labios del pasado,
terrible gratitud,
explica el mar de las rupturas,
las flaquezas del incauto.
Morderlos significa
acudir al pozo
de las humedades;
nombrar el arrebato,
la flama concupiscente
para que no pierda la carne.
Tus labios de la èpica amorosa:
vastedad de signos, pètalo
de misterioso origen.
Escape de juglar adormecido,
creciente tormento;
acontecer en un lago
de callados latidos;
recobrarse en el sitio màs antiguo
de las ataduras.
Tus labios de alfiler y mortaja:
asomo al paìs de los pàramos,
talismàn del oscuro que tiembla.
|
|
|